viernes, 6 de marzo de 2009

Vendaval

No me hace mucha gracia el viento. Si existe será por algo pero a mí no me convence. La primera razón un tanto superficial es porque se me despeina el flequillo. Estoy obsesionada con mi flequillo porque tengo un remolino y se me levanta, mi flequillo es bastante feo pero es práctico para tapar mi frente tamaño aeropuerto. El viento me levanta el flequillo y luego la gente me pregunta por Milú. (Para los despistados: Milú es el perrito de Tintín).

La segunda razón: me da miedo que se me caiga alguna maceta en la cabeza. Piénsalo bien, qué vergüenza desparramarse en medio de la calle delante de gente desconocida...

Tercera razón: me da dolor de cabeza. Toda yo, entera, de pies a cabeza. Soy extremedamente sensible, de hecho debería vivir en una caja de cristal. Una ráfaga de viento en mi cara y ya noto cómo el cerebro me baila dentro de la cabeza. Será pequeño pensarás... ¿Y si tengo el cerebro tan pequeño por qué tengo una frente tan grande?

La cuarta razón: "las palabras se las lleva el viento". De pequeña no lograba entender este dicho y veía al viento como un ladrón capaz de dejarme muda para siempre. Por desgracia ahora lo entiendo y cada vez que puedo pongo al viento por excusa...

Quinta y última. Mi jazmín se va a echar a perder. Con lo que lo quiero yo y ahí está aguantando como un machote y yo lánzandole palabras de ánimo para que no se rinda, le hablo desde dentro claro porque no quiero vivir en directo las razones 1, 3 y 4. Y ahora tiene un montón de capullitos a punto de florecer y cruzo los dedos para que no se rompan. Así en secreto diré que hablo con mis plantas, todas tienen un nombre y yo les cuento historias mientras las podo. Y mi parte contrantante me oye hablar y me grita desde abajo "¿qué dices?" y yo le grito desde arriba "no estoy hablando contigo, hablo con mis plantas"

Hace tanto viento que la casa entera se mueve. Y he llegado a pensar que quizás se despegue del suelo y entre en el ojo del huracán. Y estaría bien porque yo podría meterme bajo el edredón y levantarme cuando el viento parase. Y al salir de casa unas personas muy pintorescas me harían una fiesta por matar a la bruja mala. Y todos cantaríamos y comeríamos piruletas. Y una hada me daría unos zapatos que no me hiciesen daño a pesar de que fueran nuevos y yo me iría tan contenta dando saltitos por un camino de baldosas amarillas...


Ilustración de Mireia Macip

Y mientras pensaba todo esto un fuerte golpe me ha despertado de mi ensoñación. Al final me ha tocado subir al tejado para atar el tendedero y las sillas. Ahora me duele la cabeza y no sólo se me ha levantado el flequillo, parece que me he puesto un puercoespín en la cabeza. Así que en definitiva, el viento no mola nada...


5 comentarios:

Jorge dijo...

Siempre he creído que el viento me odia... supongo que está celoso...

Y la bruja del Este no era mala... todo se reducía a lo de siempre, política, luchas de poder y difamación. En la novela "Wicked" lo explican todo. Y muy bien.

Bellota dijo...

Yo también odio el viento. Creo que todo el mundo menos los del windsurf y los marineros de goleta lo odia. Ah! y los del parapente y los que hacen los experimentos de atar globos a una silla para volar. Pero esos pocas veces vuelven para contarlo.

amalia dijo...

no todo el mundo odia al viento! yo no! aunque claro... depende de su intensidad supongo, a veces puede ser un poco jodiente xD

Alegria De La Huerta dijo...

Pájaros carpinteros... los pájaros carpinteros tienen una lengua larguísima que envuelve como una bufanda su cerebro para no padecer las consecuencias de tanto picoteo en el tronco de los árboles. Quién sabe.. quizás algo parecido serviría para evitar las consecuencias del viento. Un beso!! Aquí más que el viento... los petardos!

Superfucker dijo...

Yo tampoco odio al viento! Cuando silba entre los resquicios de puertas y ventanas me produce una suerte de angustia, de inquietud existencial que de algún modo me recuerda que realmente no sé qué puedo esperar de mí mismo, ni de mi vida...sentimientos nada acomodaticios que de vez en cuando agradezco tener para saberme vivo.
En mis tiempos de estudiante, mi hermano y yo escribimos un guión de cortometraje que se titulaba "Viento"...iba de dos científicos, uno meteorólogo y otro psicólogo, que viajaban a un pueblecito perdido para hacer un estudio de la actividad eólica de la región y su relación con el alto índice estadístico de suicidios que allí se producían...en ese pueblecito conocían a un anciano y su nieto, el prota, el cual gozaba de una relación especial con el viento y tenía una respuesta intuitiva a los enigmas que los estudiosos planteaban de forma científica.
Era un especie de thriller metafísico que nunca me atreví a rodar por que salía pero que muy caro, y después de producir los cortometrajes de los demás y ver cómo destrozaban sus historias por rodar en condiciones lamentables, he preferido guardarlo en un cajón...pero es la única historia de cuantas escribí que ha aguantado el paso de los años y las relecturas que le ido haciendo, lo cual es muy buena señal...tal vez cuando sea viejo y rico como para invertir a fondo perdido mis ahorros en un capricho, y si los años no me han hecho perder esa maravillosa sensación de incertidumbre vital que escuchar el viento silbar me produce...