viernes, 15 de enero de 2016

Mi cuarto día sin David Bowie

Viendo que al tercer día no ha resucitado, me pondré mala al escribir esto. Dos años sin escribir y me "animo" a hacerlo tras la muerte de David Bowie... no tengo perdón...

No me voy a declarar la fan número uno de Bowie porque sería una mentira, no lo soy, y además, tampoco me conozco su vida al dedillo. Pero la verdad es que sí puedo decir que Bowie era como de la familia porque lo cierto es que siempre ha estado ahí.

Es el artista favorito de mis padres y como primogénita que soy, en lugar del recomendable Mozart, antes de nacer ya me había escuchado el Hunky Dory, (entre otros), unas cuantas veces...

Fuera del útero materno y con una acústica más aceptable seguía escuchando canciones del tío Bowie. Y entonces llegó Dentro del Laberinto, yo tendría unos 3 años y quería ir al cine todos los días a ver una de mis películas favoritas por excelencia. Podía escucharlo y podía verlo, sólo una rockstar como él podía encarnar al Rey de los Goblins marcando paquete y sin hacer el ridículo. Por cierto, mi hermana se llama Sara gracias a esa película (y aunque a veces ha renegado de su nombre, sé que le encanta).

Cuando Sara y yo éramos unas enanas quemamos The Laughing Gnome, nos encantaba esa canción porque nos reíamos con la voz del duende y le pedíamos a mi padre que nos la pusiera casi todos los días para bailarla. Luego llegaron más y más canciones, prácticamente todos los días algún miembro de mi familia ponía a Bowie en el tocadiscos.


Con el paso de los años puedo reconocer que por una parte Bowie me hacía sentir especial y a veces, un poco sola. Especial en el sentido de que era algo muy mío, de toda la vida. Y sola porque, fuera de mi familia, a nadie más le gustaba Bowie. En la niñez no me importaba, pero mi adolescencia se volvió un poco "tormentosa" por no poder conectar con nadie a nivel intelectual. El cine, la música y los videojuegos eran mi piedra angular y no compartir las mismas aficiones con mis amigas me desquiciaba. Pensaba que ellas eran tontas y yo no, así de simple. Menos mal que esa intransigencia de mi juventud la he ido cambiando por la aceptación, porque si no a estas alturas estaría viviendo en una cueva sin hablar con nadie.

Durante un tiempo me distancié de Bowie, nunca renegué de él, simplemente lo dejé a un lado para experimentar la música a mi manera. Y llegaron grupos importantes como Extremoduro, Metallica, Sepultura, Guns and Roses y Nirvana... Nirvana, ese antes y después que sufren nuestras vidas cuando escuchamos por primera vez Nirvana... pero en su último disco, qué casualidad, versión de Bowie al canto y vuelta a empezar...


También tuve mi típico momento romántico de pensar que nada tenía sentido y lo mejor era arrojarse a las vías del tren (por favor, decidme que es un pensamiento típico adolescente o me sentiré muy gilipollas), pero la música de Bowie me salvó del estropicio...

Mi prima Inma y yo tuvimos un momento de conexión cuando en el apartamento de sus padres nos escuchamos el Ziggy Stardust entero. Las dos solas sin hablar en el balcón y mirando el horizonte... Así que con 13 ó 14 años seguía siendo mi cantante favorito por antonomasia. Y mi momento cumbre fue cuando en junio del 97 me fui a Madrid con mis padres para verlo en directo en su gira Earthling. Ese momento también significó un antes y un después y ni siquiera puedo explicar el porqué.


Estoy muy oxidada en esto de escribir y, sobre todo, expresarme. Lo que quiero decir es que Bowie siempre ha estado en los buenos y en los malos momentos. Más de una y de dos canciones suyas conforman mi banda sonora vital. Siempre me ha molestado y me he tomado como algo personal que algunas de las parejas que he tenido no lo hayan respetado como artista. Y en definitiva, tenía la ingenua idea de que, quizás, podría verlo alguna vez más y que seguiría ahí para acompañarme en la vejez...

Ahora, viendo todos los homenajes que ha recibido y lo afectada que está la gente, quizás fue un error que me sintiera sola por escucharlo, al final, he estado conectada a mucha gente sin saberlo...


Bowie siempre estará conmigo y su último disco es un regalo por el que le doy las gracias, porque ha sabido hasta morirse. Por eso, cuando el lunes me enteré de su muerte lloré varias veces. ¿Soy exagerada? Para nada.