lunes, 21 de noviembre de 2011

Enséñame los dientes (I)

Cuando me operaron de las muelas del juicio lo pasé fatal sobre todo la noche de antes. Y es que no pude dormir pensando que me desmayaría con la boca abierta y anestesiada y que nadie se daría cuenta... Son de esas fobias tontas que atacan a una de la manera más irracional.

Lo más curioso de todo es que al final me porté como una campeona. No me mareé, al menos no en la sala del dentista. No tuve pensamientos negativos. Y lo mejor de todo es que no me pasó nada de todas las posibilidades de morirme allí mismo que pensé media hora antes de entrar al matadero.

Pero debo reconocer que hice trampa. Media hora antes me bebí un litro y medio de tila, porque para alguien como yo, una simple infusión no hace efecto. El medio litro funcionó. Y mientras el dentista tiraba de mi muela dejando todo el peso de su cuerpo sobre mi frente, yo pensaba en esto:




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