Será que hoy es domingo, estoy sola y está nublado. Quizás estoy en un momento tonto (uno de tantos). Tal vez siempre me gusta lo que leo porque ya me estoy quedando sin "paladar"... pero hacía tiempo que no leía algo tan bonito.
-¿ Y no me harás daño?
- No te haré daño.
Izumi bajó los ojos y se quedó mirando los zapatos. Eran unos mocasines negros corrientes. Al lado de los míos, se veían tan pequeños que parecían de juguete.
-Tengo miedo - dijo -. Últimamente, no sé por qué, me siento a veces como un caracol sin caparazón.
- Yo también tengo miedo. No sé por qué pero a veces me siento como una rana sin membranas entre los dedos.
Alzó la vista y me miró. Esbozó una pequeña sonrisa. Luego, sin mediar palabra, nos dirijimos a la parte umbría del edificio, nos abrazamos y nos besamos.
Éramos un caracol que había perdido su caparazón y una rana que había perdido las membranas. La apreté con fuerza contra mi pecho. [...]
[...] ¿Cómo podría hacerle daño? Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir.
- No te haré daño.
Izumi bajó los ojos y se quedó mirando los zapatos. Eran unos mocasines negros corrientes. Al lado de los míos, se veían tan pequeños que parecían de juguete.
-Tengo miedo - dijo -. Últimamente, no sé por qué, me siento a veces como un caracol sin caparazón.
- Yo también tengo miedo. No sé por qué pero a veces me siento como una rana sin membranas entre los dedos.
Alzó la vista y me miró. Esbozó una pequeña sonrisa. Luego, sin mediar palabra, nos dirijimos a la parte umbría del edificio, nos abrazamos y nos besamos.
Éramos un caracol que había perdido su caparazón y una rana que había perdido las membranas. La apreté con fuerza contra mi pecho. [...]
[...] ¿Cómo podría hacerle daño? Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir.
Al sur de la frontera, al oeste del sol
Haruki Murakami
Haruki Murakami