Me considero una melómana. Aunque evidentemente tengo mis grupos favoritos siempre me ha gustado descubrir nueva música y si es en directo mucho mejor. Es lo que me pasó el sábado pasado en el Aula de Cultura de la CAM. Descubrí a Omar Faruk Tekbilek, un músico turco afincado en Nueva York.
Llegué en la segunda canción así que toda la sala ya estaba a oscuras y unos focos color morado apuntaban a los músicos. Seis músicos en total y Omar Faruk en el centro, tocando la flauta como si estuviera entonando el rezo más solemne. Y es que enseguida tuve la sensación de presenciar algo muy especial, tanto los músicos como el público nos encontrábamos en perfecta comunión.
Me empapé de su música y mi mente me llevó al Gran Bazar de Estambul. Cada acorde del baglama y del kanun, cada entonación de la voz grave de Faruk era un olor diferente: curry, jenjibre, cardamomo, rosa turca... Todas estas especias venían a mi cabeza y me llevaban al otro lado del mar. Pero luego la música dio un vuelco y uno de los percusionistas y el teclista tocaban música árabe a ritmo de jazz así que mi cabeza volvió a viajar pero esta vez se dio un paseo por la Gran Manzana y por alguno de sus tantos locales donde la música se vive en directo.
Y es que escuchando música uno puede viajar sin moverse de su butaca...
Llegué en la segunda canción así que toda la sala ya estaba a oscuras y unos focos color morado apuntaban a los músicos. Seis músicos en total y Omar Faruk en el centro, tocando la flauta como si estuviera entonando el rezo más solemne. Y es que enseguida tuve la sensación de presenciar algo muy especial, tanto los músicos como el público nos encontrábamos en perfecta comunión.
Me empapé de su música y mi mente me llevó al Gran Bazar de Estambul. Cada acorde del baglama y del kanun, cada entonación de la voz grave de Faruk era un olor diferente: curry, jenjibre, cardamomo, rosa turca... Todas estas especias venían a mi cabeza y me llevaban al otro lado del mar. Pero luego la música dio un vuelco y uno de los percusionistas y el teclista tocaban música árabe a ritmo de jazz así que mi cabeza volvió a viajar pero esta vez se dio un paseo por la Gran Manzana y por alguno de sus tantos locales donde la música se vive en directo.
Y es que escuchando música uno puede viajar sin moverse de su butaca...